19.2.10

Recuerdos del hombre sonrisa (después de un trago)

Hoy tuve recuerdos de ti, de ustedes. De todas aquellas personas que fueron partícipes de mi cambio.
Los recuerdos fueron muy gratos, sonreí volviendo a ver tu silueta caminar por los pasillos del instituto, parado frente a mi entonado toda una sinfonía de movimientos y gesticulaciones, sentado hablando de vidas pasadas, de brujas que ya no lo son, de cuerpos que tuvieron vida alguna vez, escuchando de nuevo las melodías que tus dedos entonaban volando sobre el teclado para que yo pudiera dormir.
Por estas temporadas, después de los recuerdos, se te extraña, se te echa de menos en este pequeño nido de cucarachas donde ahora habito.
Volví a sentir el nervio de la primera vez que hablé contigo, del primer cigarro que fumamos en compañía uno del otro, sentí el temor de la primera desaparición que presencié, sentí la angustia de los días sin ti, de los días nublados y lluviosos en los que prometías volver pronto, sentí la alegría y el alivio al verte llegar al día siguiente con tu paso ligero y la sonrisa que evocaba tu cuerpo entero al caminar.
Sentí la tranquilidad de estar contigo, sentados en algún lugar, donde el mundo no existía y solo había espacio para tus palabras y tus enseñanzas.
Me sentí reconfortada como cuando volvíamos del hueco en el espacio y tiempo que abríamos para nosotros, me sentí viva y plena como en ese entonces, con todos los matices que mi ser tenía al terminar de escucharte.
Sentí la paz de aquellas llamadas nocturnas en las que me decías que seguías conmigo en los sueños.
Pude tener entre las manos y palpar el dolor de la separación, le di forma al anhelo que tenía de ti en las tierras lejanas donde me encontraba.
Platiqué de nuevo con el espíritu que vive en mi, me cuenta que lo he tenido olvidado mucho tiempo, me dice que me he olvidado de ti debido a las ocupaciones mundanas, me reclama el haberte hecho a un lado de mi vida, el haberte dicho palabras tan groseras y tan feas como “ya no te necesito”, me pide que volvamos a ser uno para tenerte con nosotros.
Tengo miedo de escucharle. En el espejo se ha vuelto a mostrar la sombra de aquello que fui gracias a que te encontré y el reflejo me dijo que de repente era bueno encontrarnos de vuelta como en casa, aún después del tiempo, aún a pesar de la distancia.
Tengo miedo de escuchar de nuevo tus palabras, tengo miedo de una nueva confusión. Sé que ahora las cosas no son como antes, sé que ya no soy tan ingenua, sé que tu presencia en esta etapa de mi vida puede ser hasta cierto punto benéfica, pero no sé qué tan bueno sea para ti que vuelva a mi camino.
Algo me dice que no me preocupe por ti, que me abrirás tus largos brazos de nuevo y me abrazaras; pero también me dice que será difícil volver al camino abandonado.

Las letras no me han dejado, es lo único que conservo de tu legado, es lo que pude poseer y enterrar hasta lo más profundo de mí ser para que no me dejara nunca. La única manera en que el espíritu se muestra ahora es a través del papel y el lápiz; hay veces que le necesito presencialmente, pero no sé cómo atraerlo a mí. ¿Deberé abandonarme a la noche para que haga de las suyas?

Con los retazos que me dejaste, construí unas alas para poder volar a donde quiera, y haciendo honor a esas alas he adoptado un nuevo nombre.

Tuya, como siempre.
Kelebek



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