16.4.11

De esas certezas

Por la tarde de ayer llegó a la puerta de Luz de Luna un hombre de entre veintisiete y treinta y dos años, delgado, cabello corto y con sombrero de  palma en la cabeza.Su aspecto era el de una persona que venía de mucho caminar, llevaba la ropa llena de polvo pero los pies limpios en sus sandalias, una mochila enorme en la espalda y una sonrisa brillante en el rostro. Lo recibí como a todos los huéspedes, pero su presencia me inquietó. Me sucedió que en las entrañas sentí nerviosismo y después la certeza de algo, como en aquellas ocasiones en las que uno está seguro de que algo va a suceder, de esas veces que se siente en las vísceras y que el sentimiento se recorre hasta la boca. Caminamos al dormitorio, le mostré su cama y lo dejé. Hoy por la mañana, mientras hacía la limpieza del dormitorio se acercó a platicar conmigo. Hablamos de muchas, muchas cosas como si fuéramos conocidos de toda la vida. Me contó de sus proyectos, su nueva casa, sus estudios. Le conté de mi trabajo, de mi vida, de mi escuela. Pasó más de una hora y no se terminaba la conversación. 
Llegó el momento en que él se despidió. Ya con la mochila al hombro, me llamó y me pidió que lo dejara darme un abrazo. Después me dijo: 'Nos vemos en el camino, que tengas buen viaje'. Se dio la vuelta y salió del hostal.

¿Por cuánto tiempo me preguntaré qué significa eso?

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